Sergio Isabel Ludeña | Centro de Estudios Sobre el Toledo Islámico

El Cerro del Bu es un yacimiento arqueológico situado en un promontorio frente al casco histórico de Toledo, en la orilla contraria del Tajo, junto a la confluencia creada entre el arroyo de la Degollada y dicho río. Fue justamente en la zona más alta de esta ubicación —que cuenta con potentes defensas naturales en la mayor parte de sus lados y un enclave estratégico— donde se construyó una fortificación islámica que las diferentes campañas de excavación han permitido sacar a la luz en las últimas décadas. Tras una intervención impulsada por el Consorcio de Toledo durante 2014 y 2015, el espacio es hoy visitable y la cartelería facilita que cualquier persona se aproxime tanto a la ocupación prehistórica —en la que sobresale un poblado de la Edad del Bronce— como a los restos andalusíes.

El origen del nombre

A pesar de que ha habido cierto debate en torno al nombre del cerro, parece que el topónimo se puede documentar desde hace varios siglos. En un documento fechado en 1278 se especifica la venta de un terreno en el majuelo del Bum —que significa búho en árabe—, en el pago de Val de la Degollada, lo que indicaría la procedencia de esta curiosa denominación (Fernández del Cerro, 2014: 58).

Las intervenciones arqueológicas (1904-2015): del mito del castro de la Edad de Piedra a la realidad como fortificación islámica

Los primeros trabajos arqueológicos de los que se tiene constancia en el Cerro del Bu se remontan a 1904. Los restos de los derrumbes de las construcciones eran perceptibles en la superficie del cerro y llamaron la atención de Manuel Castaños y Montijano, secretario de la Comisión Provincial de Monumentos de Toledo, que fue capaz de identificar dos recintos fortificados —actualmente visibles tras las campañas de excavación—, pero los relacionó con un posible castro prerromano, tal como publicó en el semanario El Castellano en 1904, aunque todavía con intención de constatar dicha afirmación mediante la realización de una intervención.

Artículo de Manuel Castaños sobre el Cerro del Bu en El Castellano (26 de marzo de 1904) (Fuente: Archivo Municipal de Toledo)

No obstante, hubo resistencia por parte del dueño del terreno, el conde de Clavijo, para el desarrollo de excavaciones arqueológicas. Tratando de conseguir su permiso y de este modo iniciar los trabajos, la Comisión Provincial de Monumentos buscó el apoyo de la Real Academia de la Historia. Se mandó a Madrid una serie de documentos que, además de incluir el artículo de Manuel Castaños y una fotografía del yacimiento, contenían una selección de materiales recogidos en superficie (medio disco de piedra, fragmentos cerámicos y restos óseos). Estos últimos fueron estudiados por Juan Catalina y García, director del Museo Arqueológico Nacional, y en un artículo publicado ese mismo año en el Boletín de la Real Academia de la Historia ya indicaba que:

«(…) el Cerro del Bu, por su posición apartada de toda otra eminencia dominante, por su forma cónica de faldas escarpadas, en algunas partes de un modo extraordinario, y por los dos muros que trazan doble recinto en su parte superior, fue una posición fortificada, bien para apoyo de la vigilancia y hostilidad de un enemigo sitiador de Toledo, puesto allí enfrente y al otro lado del río, bien para guardar algún camino que pasase desde aquellos campos al Mediodía de la ciudad a la misma, sirviéndose de un puente o de una barca sobre el Tajo» (Catalina García, 1904: 440).

Incluso antes de las excavaciones arqueológicas, Juan Catalina propuso una posible lectura —de forma acertada, como se verá más adelante— tanto de la naturaleza histórica ­—y no prehistórica— de la fortificación, que sugería que esta tuviera un objetivo sitiador sobre la ciudad.

A comienzos del año 1905, el propietario dio finalmente su autorización y se inició la primera campaña de excavaciones arqueológicas bajo la dirección de Manuel Castaños. Tras llevar a cabo varias trincheras en ambos recintos —superior e inferior—, sus conclusiones en el Boletín de la Real Academia de la Historia fueron las siguientes:

«(…) no vacilo en afirmar, de una manera para mí indubitable, que el cerro del Bu ha podido ser el asiento de un Castro o refugio defensivo de los hombres de la edad de piedra, y (…) de una existencia muy anterior a la fundación de Toledo (…)» (Castaños y Montijano, 1905: 448). Esta interpretación de Manuel Castaños se mantuvo a lo largo del tiempo, de modo que en el imaginario de los habitantes de la ciudad se fue gestando la noción del Cerro del Bu como la «primera Toledo», el lugar de origen o de primigenio asentamiento de urbe.

Plano de los recintos amurallados del Cerro del Bu, según Manuel Castaños (1905) (Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

En las siguientes décadas las campañas de excavación se sucederán de manera puntual e inconstante. Hasta los años 50 del siglo XX se tiene conocimiento de algunas, como la de Aurelio Cabrera (1915), profesor de la Escuela de Artes de Toledo, y la del arqueólogo Ismael del Pan (1928), con las que se consiguió más información sobre la cultura material del enclave, así como un conjunto de piezas que pasó a englobarse en las colecciones del museo arqueológico provincial (Fernández del Cerro, 2014: 63).

En contraste con estas intervenciones, diversas fuentes informan que el cerro sufría un expolio ilegal de materiales. En los años 60 y 70 tanto Matilde Revuelta, directora del Museo de Santa Cruz, como Máximo Martín Aguado, Delegado Provincial de Excavaciones, reclamaron la declaración del yacimiento para asegurar su protección. En 1981 se consiguió y fue reconocido como Monumento Nacional (BOE n.º 22; 26-1-81) y en 1992, Bien de Interés Cultural por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (DOCM n.º 37; 20-5-92).

La situación de la investigación cambió drásticamente en la década de 1980, cuando desde el Departamento de Prehistoria y Etnología del Colegio Universitario de Toledo se inicia un proyecto de estudio sobre la Edad del Bronce, encabezado por Enrique de Álvaro Reguera y Juan Pereira Sieso. Durante ocho campañas de excavación arqueológica (entre 1980 y 1988) los objetivos principales fueron datar la fortificación —como se ha señalado, considerada prehistórica en ese momento— y delimitar la ocupación de la Edad del Bronce (Fernández del Cerro, 2014: 65).

El Cerro del Bu sería el testimonio material del último levantamiento de una Tulaytula constantemente rebelde frente a los Omeyas cordobeses.

Aunque muchos de los resultados publicados están más centrados en los contextos de prehistoria[1], también trataron en sus excavaciones las estructuras de la fortaleza islámica y los niveles medievales del yacimiento. De hecho, fue esta intervención la que permitió finalmente establecer correctamente la cronología de los recintos fortificados y sus características. Aunque se coincide aproximadamente con Manuel Castaños en cuanto a la estructura de los espacios defensivos, la metodología estratigráfica utilizada y el estudio de los materiales hallados ayudaron a confirmar que la edificación tiene origen andalusí —en el siglo X, aunque con posibles reocupaciones en los siglos XI y XII— y un carácter provisional —en relación con un recinto campamental temporal para asediar Toledo (Martínez Lillo, 1988). Se acaba así —al menos en el ámbito científico— con la imagen del Cerro del Bu como el castro de la Edad de Piedra.

[1] Para más información sobre ellos, véase De Álvaro Reguera y Pereira Sieso, 1990 y Fernández del Cerro, 2014.

Hay que esperar hasta 2014 para que este vuelva a ser objetivo de intervenciones arqueológicas. A pesar del interés de los hallazgos de las campañas de los años 80, la mayor parte de los restos del cerro quedaron de nuevo bajo tierra y sin posibilidad de visitarse por parte del público general. Esto condujo a que desde el Consorcio de Toledo se impulsara una nueva campaña entre noviembre de 2014 y octubre de 2015 encabezada por Juan Manuel Rojas Rodríguez-Malo. En este caso, aunque se excavó algún área más —completando los datos sobre la fortificación—, principalmente los trabajos se centraron en la revalorización del yacimiento. Así, los vestigios de la fortaleza quedaron finalmente al exterior, y fueron consolidados y preparados para la visita (Bonache Gutiérrez y Plaza Santiago, 2018). El Consorcio de Toledo incluyó el espacio en su programa de visitas guiadas, Rutas de Patrimonio Desconocido.

Estado del Cerro del Bu tras la intervención de 2014-2015 (Fuente: Consorcio de Toledo)

Por desgracia, en los últimos años el deterioro de las estructuras y los elementos de apoyo para la visita ha ido en aumento. El Cerro del Bu sigue siendo un espacio crucial para comprender el contexto histórico de la ciudad en la Alta Edad Media. Sin embargo, una nueva actuación vuelve a ser necesaria especialmente para proteger los vestigios y renovar los elementos del recorrido por el yacimiento.

Un hisn islámico de asedio a Toledo

La fortaleza, cuya tipología genéricamente se conoce como hisn en árabe, se caracteriza por estar formada por dos recintos amurallados distribuidos en dos alturas. El superior posee forma triangular y ocupa la zona más elevada del cerro (de unos 700 m2 de superficie), mientras que el inferior es trapezoidal (de unos 1.200 m2) y se encuentra inmediatamente bajo el anterior. En las zonas interiores, sobre todo de la terraza superior, se han hallado restos de construcciones que se han interpretado como posibles áreas habitacionales (Rojas Rodríguez-Malo y Vicente Navarro, 2018: 147-163).

Vista actual del yacimiento —y sus recintos fortificados— con Toledo y el río Tajo al fondo (Fuente: Sergio Isabel Ludeña)

El análisis de cómo ha sido construida la fortaleza es fundamental para determinar su naturaleza y sus funciones. El trazado de las murallas se adapta completamente a la topografía del cerro, y para su edificación no se llevaron a cabo grandes obras de explanación o cimentación.

Asimismo, las excavaciones arqueológicas han permitido comprobar que sus muros estuvieron realizados con un zócalo de piedras trabadas con barro (en la zona inferior y conservada de la construcción), mientras que el resto del alzado era de tapial (hoy completamente perdido). Esto constata, por un lado, la rapidez con la que el hisn pudo edificarse y, por otro, el carácter provisional de la construcción (Fernández del Cerro, 2014: 81).

Vista del zócalo de piedra de las murallas y algunas habitaciones en el recinto superior (Fuente: Sergio Isabel Ludeña)

Durante las campañas de excavación se han documentado igualmente los derrumbes de los alzados de tapial de las murallas. Debido a que estos muros habrían estado formados mayoritariamente de barro (tierra mezclada con otros elementos, muy apisonada y compactada mediante un sistema de encofrado), con el fin de protegerlos del deterioro, se trataron y recubrieron con un enfoscado de yeso (Fernández del Cerro, 2014: 78-79) o un mortero de cal enlucido con pintura roja (Rojas Rodríguez-Malo et al., 2019: 388).

La ubicación del hisn al otro lado del río, frente a la ciudad, en un espacio con potentes defensas (naturales y artificiales).

Además, como un indicio más del carácter temporal para el que estuvo ideada la construcción, sus ocupantes tuvieron que añadir torres a las murallas. No solo funcionaron como un elemento militar, sino principalmente como puntos de estabilización y soporte de la estructura —que compensaran la mala cimentación— (Rojas Rodríguez-Malo et al., 2019: 386). Para evitar la acumulación de agua y humedad, hecho especialmente peligroso para los alzados de tapial, se dispusieron albañales para la salida de agua en los zócalos del edificio.

Vista de dos torres y algunos albañales en el recinto amurallado inferior (Fuente: Sergio Isabel Ludeña)

Estas características de la fortificación, junto a los materiales cerámicos del siglo X —propios de contextos bastante austeros (sin apenas cerámicas vidriadas o de lujo)— y las áreas de habitación, son las que han llevado a proponer que fuera un espacio utilizado por una tropa (Martínez Lillo, 1988: 108). El momento histórico podría encajar, según los investigadores, con el asedio a Toledo entre los años 930 y 932, en los inicios del Califato de Córdoba, por parte de Abd al-Rahman III.

La ubicación del hisn al otro lado del río, frente a la ciudad, en un espacio con potentes defensas (naturales y artificiales) y la documentación sobre las decisiones del ejército sitiador encabezado por el califa, que «para dar a entender a los situados que el cerco duraría cuanto fuese menester, ordenó transformar el campamento en un conjunto de construcciones» (Lévi-Provençal, 1967: 276), han dado fuerza a esta hipótesis como punto de sitio a Toledo. De ser así, el Cerro del Bu sería el testimonio material del último levantamiento de una Tulaytula constantemente rebelde frente a los Omeyas cordobeses.

Se deja atrás, gracias al apoyo de la investigación arqueológica, la imagen legendaria del origen de Toledo en el supuesto castro de la Edad de Piedra, y se llega a la realidad histórica de un hisn de asedio a Toledo.

Bibliografía

BOE n.º 22; 26-1-81

Bonache Gutiérrez, M. Á. y Plaza Santiago, R. (2018): «Restauración de paramentos en las excavaciones», en Sánchez-Chiquito de la Rosa (coord.), Cerro del Bú, de poblado de la Edad del Bronce a fortaleza andalusí. Los monográficos del Consorcio 6, Consorcio de Toledo, Toledo, 245-258.

Castaños y Montijano, M. (1905): «El Cerro del Bu y la Comisión de Monumentos de Toledo», Boletín de la Real Academia de la Historia, 46, 445-449.

Catalina García, J. (1904): «Exploraciones arqueológicas en el Cerro del Bu», Boletín de la Real Academia de la Historia, 45, 439-444.

De Álvaro Reguera, E. y Pereira Sieso, J. (1990): «El Cerro del Bu (Toledo)», Actas del Primer Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo, Diputación Provincial de Toledo, Toledo, 199-213.

DOCM n.º 37; 20-5-92.

Fernández del Cerro, J. (2014): Aproximación al conocimiento de la Edad del Bronce en la Cuenca Media del Tajo. El Cerro del Bu (Toledo), Auditores de Energía y Medio Ambiente, Madrid.

Martínez Lillo, S. (1988): «El hábitat islámico del Cerro del Bu», I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, vol. V, 105-116.

Rojas Rodríguez-Malo et al., 2019: «La fortaleza de asedio andalusí en el Cerro del Bú de Toledo», Al-Kitab: Juan Zozaya Stabel-Hansen, 383-392.

Rojas Rodríguez-Malo, J. M. y Vicente Navarro, A. (2018): «Interpretación del yacimiento arqueológico», en Sánchez-Chiquito de la Rosa (coord.), Cerro del Bú, de poblado de la Edad del Bronce a fortaleza andalusí. Los monográficos del Consorcio 6, Consorcio de Toledo, Toledo, 215-243.